Tecnología e innovación para laboratorio
Diez segundos desde la alarma hasta el terremoto
Los terremotos ocurren inesperadamente y pueden ser devastadores. No se pueden predecir, pero esto puede cambiar
Los terremotos ocurren inesperadamente y pueden ser devastadores. No se pueden predecir, pero esto puede cambiar
Doce personas murieron, más de 1.000 resultaron heridas y un gran número de edificios destruidos: este fue el resultado del terremoto que azotó la costa este de Taiwán el 3 de abril de 2024. Con una magnitud de 7,2 en la Escala de Magnitud Sísmica, fue el seísmo más fuerte desde el trágico terremoto de Jiji en 1999, que dejó 2.400 víctimas. El hecho de que muriera significativamente menos gente en abril se debe en gran medida a la preparación para terremotos mucho mejor que ha implementado esta nación insular tras la catástrofe de finales de los años 90: los edificios se construyen de manera a prueba de terremotos, los servicios de emergencia reciben mejor formación y equipo y los simulacros regulares preparan a los ciudadanos para una emergencia. Además, esta isla propensa a los terremotos ha iniciado el establecimiento de un sistema de alerta temprana, similar a los que ya existen desde hace 20 años en California, Japón y México.
Anticiparse a la segunda ola
Todos estos sistemas se basan en la distinta velocidad con la que se propagan las ondas sísmicas por la Tierra: las ondas primarias se mueven más rápido que las secundarias, más peligrosas. En cuanto los sismógrafos instalados en una zona sísmica registran las primeras sacudidas, transmiten los datos a un centro donde se analizan de forma totalmente automática. Se dispara una alarma que llega a la ciudad más cercana poco antes de que llegue la segunda ola devastadora.
Lamentablemente, la diferencia de tiempo entre la llegada de los dos tipos de ondas es tan pequeña que los sistemas de alerta temprana de terremotos no pueden compararse con la escala de un pronóstico meteorológico. Por ejemplo, la Ciudad de México se encuentra a unos 350 kilómetros de la zona de subducción del Pacífico, donde la placa oceánica del Océano Pacífico se encuentra bajo la placa continental norteamericana. Este escenario permite un tiempo de aviso relativamente largo, de hasta más de un minuto. En otras regiones, como Japón, a menudo sólo transcurren veinte segundos entre el aviso y el seísmo, y en Taiwán, diez segundos como máximo. Sin embargo, estos pocos segundos son preciosos y, en muchas situaciones, pueden garantizar la supervivencia: se pueden detener ascensores, se pueden poner semáforos en rojo y se pueden apagar infraestructuras críticas como tuberías de gas y plantas industriales. En Japón, por ejemplo, los trenes bala Shinkansen frenan automáticamente si se detecta un terremoto más fuerte a lo largo de la vía.
Cables de fibra óptica y
efectos gravitacionales
En el futuro, estos tiempos de alerta podrían ampliarse en unos segundos, por ejemplo, instalando sensores submarinos frente a las costas, directamente en las zonas de subducción donde se encuentran los epicentros de los terremotos. Para ello, no sería necesario utilizar nuevos sismómetros, ya que, según el geofísico Dahm, se podrían utilizar los mismos cables de fibra óptica que atraviesan los continentes y los fondos oceánicos. “Este método todavía está en fase experimental, pero ha dado resultados muy prometedores”, afirma Dahm.
Él y sus colegas también están estudiando más de cerca los llamados efectos gravitacionales. Cuando grandes masas rocosas en el interior de la Tierra se desplazan repentinamente durante los terremotos, la gravedad cambia bruscamente como resultado. Las señales creadas viajan a la velocidad de la luz, mucho más rápido que las ondas primarias. Sin embargo, por el momento, estas ondas solo se pueden detectar en caso de terremotos fuertes. “Nuestros instrumentos deben ser aún más precisos para poder utilizar estos efectos para mejorar los sistemas de detección temprana”, explica el sismólogo.
Los terremotos llegan sin previo aviso
No se trata de una predicción de terremotos, sino de una mejora de los tiempos de reacción ante un terremoto ya ocurrido. Por tanto, el anhelo de una predicción exacta sigue sin cumplirse. “No existen fenómenos precursores fiables, es decir, indicadores inequívocos que anuncien terremotos fuertes”, afirma Dahm. Si bien algunos terremotos son precedidos por temblores más pequeños, la mayoría no. “Esto significa que no son lo suficientemente fiables como para permitir un pronóstico”. Cuando se producen terremotos, su intensidad y su propagación dependen de la tensión de las rocas que se acumula entre las placas tectónicas. “Nuestra laguna de conocimiento reside en el hecho de que no conocemos el estado exacto de la tensión en el interior de la Tierra y no podemos medirla”, explica Dahm.
La tensión en la Tierra, medida desde el espacio
Los cables de fibra óptica pueden cumplir otra función: en los casos en que los sismómetros comunes solo registran los temblores de forma selectiva, la fibra óptica es capaz de medir esas pequeñas deformaciones en el suelo, generadas por el movimiento de las placas tectónicas, a lo largo de toda la longitud del cable.
La tensión creciente en las profundidades se hace visible en la superficie en forma de distorsiones y fallas cada vez más grandes. Estos cambios en el terreno pueden ser registrados por satélites de radar. Sin embargo, las mediciones individuales no son suficientes para proporcionar certeza sobre el estado de la tensión en el interior de la Tierra. Según Dahm, las deformaciones deben medirse y analizarse durante un período de 20 a 30 años. “Es un largo camino que, al final, nos proporcionará una pieza importante del rompecabezas. Podremos estimar mejor dónde se producirán fuertes terremotos”. Pero incluso si un día se pudieran predecir los terremotos con relativa certeza, no sería factible desde el punto de vista logístico evacuar por completo una región entera, o megaciudades como Ciudad de México, en cuestión de horas o días, reflexiona Dahm. Por eso, la protección de la vida humana en zonas sísmicas depende de la preparación: “Los edificios a prueba de terremotos siguen siendo la clave, y ciertas regiones dejan mucho que desear, especialmente en lo que respecta a la modernización de edificios antiguos”.